Mi proceso de recuperación comenzó con la derrota total de todo lo que había sido mi vida.
A los 22 años, fui plenamente consciente de la futilidad y la infelicidad en la que vivía, así como de los escasos resultados que había obtenido hasta ese momento. En ese punto de desesperación, supe que necesitaba más ayuda. Para empeorar la situación, mi Grupo base se encontraba en un estado precario: no abría en los horarios establecidos, a veces ni siquiera abría; solo había uno o dos servidores comprometidos, no existía una estructura clara en las reuniones ni Comités establecidos, y el trabajo de los Pasos carecía de claridad. No había padrinos realmente confiables y el Grupo parecía estar en decadencia.
Debido a la falta de servidores y compromiso en el Grupo, al mes de haber ingresado me entregaron una llave. Un servidor con muchos años en la comunidad, que ya no podía asistir regularmente, me la dio. Desde ese momento, asumí la responsabilidad de abrir las puertas y mantener el Grupo en funcionamiento. Ese acto despertó en mí un sentimiento de compromiso tanto con mi recuperación como con el Servicio.
Empecé a hacer café, limpiar el Grupo ocasionalmente y compartir mis experiencias.
A los dos meses, debido a la inasistencia de los coordinadores diarios, comencé a coordinar reuniones, dar información a los recién llegados y rodearme de compañeros que trabajaban los Pasos. En los días en que nadie asistía y me quedaba solo en el Grupo, me dediqué a leer el Texto Básico y Doce Pasos y Doce Tradiciones. Decidí trabajar los Pasos enfocándome en accionar y vivir uno por mes.
Con el tiempo, se organizó un estudio del Texto Básico, y decidí trabajarlo junto a un veterano que se convirtió en mi primer padrino.
Con su ayuda, completé mi primera ronda de Pasos. Todo parecía alinearse: apadrinamiento, trabajo mensual de Pasos y Servicio en la coordinación diaria o en cualquier área en la que pudiera ayudar.
Era evidente que necesitaba ayuda. Me sentía derrotado y sin fuerzas, pero el servicio de los pocos compañeros comprometidos y mi propio servicio generaron un efecto sorprendente. En esos primeros meses, no volví a beber ni tuve que hacer uso de mi fuerza de voluntad; desapareció la obsesión mental. Se produjo un milagro en mis primeros seis meses.
Más adelante, al ser elegido Representante de Literatura (RL), las Tradiciones comenzaron a cobrar un significado profundo en mi vida. Un ensayo titulado ¿Por qué AA es anónimo?, contenido en libro “El Lenguaje del Corazón”, llegó a mí como un rayo de luz. Gracias a él, comprendí el verdadero significado de las Tradiciones y cuál debía ser mi comportamiento como servidor.
El trabajo de los Pasos es fundamental para el servidor, porque el servicio requiere la destrucción del egocentrismo, dejar de lado mi voluntad y establecer un nuevo orden en mi vida: Dios, los demás y, por último, yo mismo. Al prestar servicio, debo tener claridad en mi paso 4 y 5, y esforzarme con disciplina para continuar con los pasos 6, 7, 8, 9, 10, 11 y 12. Sólo cuando asimilo estos nuevos principios puedo actuar con amor genuino, es decir, de manera altruista, detenerme cuando mis defectos me invaden y contribuir a la unidad de mi grupo.
Tengo claro algo: el servicio se refleja en cada una de nuestras acciones dentro del Grupo, aquellas que fortalecen la Unidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por comentario! Comité de Área C3 Bogotá